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Comunicación con El Caballo; EL JUEGO, segunda parte

En el artículo anterior nos referimos a la importancia del juego en la vida del caballo, en especial en la vida de los potros.

Esta vez nos referiremos al juego desde la óptica del ser humano.
Las personas nos proyectamos en nuestro entorno y en especial, en los animales que nos rodean a quienes frecuentemente humanizamos.

Si nos limitamos a comunicarnos y relacionarnos "interpretando" al otro en lugar de darnos el tiempo para conocerlo (en especial sus necesidades), podemos provocar conductas que nos perjudiquen así como también a nuestros compañeros de ruta, en este caso el caballo.

El ejemplo que sigue es el de un potro criado junto al ser humano desde edades tempranas.
Su encierro, desde pequeño, aporta mucho a su desarrollo físico pero minimiza el intercambio social con sus pares.
Mucha energía, poco desgaste, cero posibilidad de juego con sus congéneres.
Así que busca lo que le falta en el contacto con las personas que lo rodean.

Criarse lejos de una manada, priva al potro del fundamental aprendizaje de los límites y el respeto.
Aunque las personas se empeñen en tratarlo bien, él no tendrá referencias claras de lo que es un comportamiento aceptable de uno que no lo es.

Así que crece, y lo que empieza como un juego cuando un potrillo es pequeño y gracioso, se va tornando una brutalidad cuando su destino es alcanzar los 500 kg de peso y cree poder seguir jugando con nosotros.

Este caso en especial es de un potro de año y medio muy extrovertido y sociable, que busca satisfacer su necesidad de intercambio social mordiéndolo todo.

En una manada los adultos rápidamente (y a una edad temprana), 
le hubieran hecho saber que las mordidas solo serían tolerables en el juego de  entrenamiento para la lucha con sus pares de igual edad.
Ningún adulto equino le hubiese permitido propasarse, ni con ellos, ni con los más pequeños.

Sin límites definidos no hay respeto.

Sin respeto no hay confianza.

Sin confianza el vínculo ser humano/caballo se vuelve inestable.

El comportamiento de este potro se ha desbordado de lo "natural".

El riesgo de trascender ciertos límites saludables es arraigar conductas compulsivas o vicios, los cuales serían infinitamente más difíciles de corregir.

El potro es joven, jovial y juguetón.

Sin embargo si trasciende a la adultez como padrillo y le fuera permitido este tipo de comportamiento, es muy seguro que pasaría de la ansiedad a la frustración y de esta a la agresividad.

El espiral ascendente se incrementaría peligrosamente para las personas que deban manejarlo.
La mayoría de las personas que tratan con un animal así, solo aciertan a intentar controlar la situación con agresividad: gritos, gestos exagerados e incluso golpes.

El potro  (que solo está intentando jugar), lejos de corregir su actitud, aprende de esas agresiones y se vuelve cada vez más certero y más atrevido en su juego.

El siguiente video lo realizó un trabajador que eligió otro camino:
Desconocía como acercarse sin arriesgarse,
entonces le fabricó un implemento para que el potro mordiera 
(un mordillo!!!), 
para ofrecerle a morder mientras él debiera estar físicamente cerca del caballo.

Luego se autofilma en una prueba de funcionamiento de su invención.. 






La intención es buena.

La solución no.

Este método no hace sino estimular al potro a continuar mordiendo.

La salida del embrollo?; conocimiento y Comunicación con el Caballo.
Es más fácil de lo que imaginamos.

Material para otro artículo....


                            Manejo Integral es Bienestar Animal







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